Hace un mes que te fuiste y han sido los 30 días más raros y vacios de mi vida y por fin tuve el valor de escribir sobre ti, sobre tu ausencia y sobre el hueco que me dejaste en la panza.
Sabes, tengo mucha culpa por no llorarte como te mereces, quisiera poder desahogarme porque llevo un mes con un nudo en la garganta a modo de tapón que no deja que fluyan las lágrimas que tengo acumuladas en el alma y que han decidido no salir hasta nuevo aviso, así que esperaré paciente a que decidan fluir, pero me da miedo, porque seguro querrán salir todas amontonadas y me harán perder mi aparente calma.
Alguien me pregunto que como estaba mi corazón, y yo les conteste un simple “bien”, aunque analizando bien el asunto creo que mi pobre músculo cardiaco está en shock desde ese día y decidió quedarse callado para sentir poco, o tal vez sea la negación de tu partida o simplemente sera que me siento en paz contigo porque no nos quedó nada pendiente o igual y su silencio se deba a que aún no me he acabado de dar cuenta que ya no estás.
Te quiero tanto Papito que este verbo no voy a poder conjugarlo jamás en tiempo pasado cuando me refiera a ti, te quiero tanto que quiero gritarte al cielo lo más fuerte que se pueda para ver si me alcanzas a escuchar, así tal vez gritando a todo pulmón y con todas mis fuerzas recuerdes nuestro pacto y regreses a darme una señal, de que por donde ahora andas estás bien, se que suena loco, pero estoy esperando que te las ingenies de algún modo y me dejes ver que estás contento y tranquilo.
Lo que sí sé, es que ya no sufres y que ya no estás cansado y eso es lo que mereces, eso es lo justo para un hombre justo como tú, pero dime y yo que hago con este trabazón que tengo en las tripas y que duele todos los días, que hago con el extrañamiento, que hago con estas ganas de tenerte cerquita y de abrazarte, que hago con esas ganas de escucharte decime que estoy loca... aunque después regresa la calma y pienso de nuevo que ya no sufres y eso me devuelve algo de tranquilidad.
No hay día que no deje de pasar en mi cabeza la película de tu Adiós, de cómo nos avisaste que ya te ibas después del último beso de tu nieta y de cómo estábamos todos juntos como siempre intentamos estarlo, diciéndonos el “Hasta Luego” más doloroso y triste de la historia, pero juntos, siempre juntos hasta el fin, tomados de la mano y abrazándote y pudiéndote decir hasta el último segundo lo amado que eres y lo afortunados que somos de haberte tenido como Papá y como Esposo.
Historias que pueda contar sobre ti tengo millones, y las atesoraré por siempre, eres el mejor Papá, me enseñaste lo que es el sentido del humor, la valentía y la honestidad, con eso me quedo.
No te preocupes por nada Papito, vamos a estar bien cuando el dolor pase, te seguiremos pensando y queriendo y cuidaremos los unos de los otros como te lo prometimos.
Te adoro x 1000 !!!